Desde que Toyota escogiera a la familia Sobotka como protagonista de su spot de la Superbowl se impone una duda de fan: ¿seguirá siendo Baltimore como la pintaba David Simmons? La ciudad, que el pasado año coqueteó con la bancarrota, invita a imaginar un escenario muy The Wire. Así que decidimos informarnos de cómo es en la actualidad la cuna de John Waters y Beach House a través de una escapadita de fin de semana en autobús desde Nueva York.
El trayecto dura alrededor de cuatro horas, media hora arriba o abajo dependiendo de la compañía. Puede que a priori un viaje así no resulte apetecible, pero cuesta solo unos 20 euros y pensar en ir tren no es una opción: no es sólo más viejo y caro, sino que incluso se tarda más.
Lo primero que recomendamos es no viajar en esta época del año: se pueden alcanzar los 20º bajo cero de temperatura, como pasó la semana pasada. Con ese frío, también puede suceder que al bajar de tu Uber –la mejor manera para moverse por la capital de Maryland, si se tiene en cuenta la mala calidad del transporte público y el precio de los taxis– al único transeúnte que te encuentres sea un pequeño ejército de cheerleaders como recién salidas de “Pequeña Miss Sunshine”.
It’s a b e a u t i f u l day at the #Baltimore #Harbor! How is everyone’s Tuesday going?! Stop by and see us for some pampering! #baltimorespa #bestbaltimorespa #baltimorespaandsalon #baltimorespasalon #ritzcarlton #baltimoreritzcarlton #fedhill #federalhill #21230 Una foto publicada por Baltimore Spa And Salon (@baltimorespasalon) el
Baltimore es una urbe polarizada y el bus de línea que recorre Greemont Avenue es el ejemplo más visible (aunque el tren es el transporte urbano más usado). Un recorrido de cuarenta minutos en el que contemplar desde barriadas con casas tapiadas –un Hamsterdam en toda regla– hasta la turística y residencial zona del puerto, con los apartamentos RitzCarlton como máximos exponentes de la opulencia.
No vamos a detenernos aquí en sus iconos más reconocibles, como el puerto –uno de los más importantes de la costa Este del país–, el Acuario Nacional, el Museo del Juguete o la tumba de Edgar Allan Poe, sino que apelamos al lado más alternativo de la ciudad.
Prepárate para meterte en un bar cualquiera a darte al moscow mule y a ponerte morado de crab cake, un pastel salado de cangrejo y el plato más emblemático del Estado. Y no desfallezcas antes de tiempo, porque esta urbe esconde secretos para glotones, amantes del arte y frikis en general. ¡Aquí, unos apuntes!
Anything with «cake» in it’s name creates immense expectations. As it should. #EddieSays. Exquisite photo by @maejness. #CrabCake #EddieVs Una foto publicada por Eddie V’s (@eddievs_) el
Lo que en España podríamos pensar como typical American, esto es Lost City Dinner. Decorado con aires de película de serie B de los 50, los nachos con todas las salsas que puedas imaginarte, hamburguesas con más de un piso de carne, mucho sándwich con bien de bacon y mayonesa, patatas fritas de todo corte y condición y pancakes y waffles que no harán felices a tus arterias, ni a tus dientes pero que paradójicamente te dibujarán una sonrisa, así es este restaurantes made in USA. ¡El sueño de todo “gocho”!
Bright ? ?on a gloomy day ☁ #hampdenbaltimore Una foto publicada por @jamieson23ry el
Para no caer en el cansino, por manido, término hípster, diremos que Hampden es el barrio donde suceden las cosas y donde aflora el ambiente modernillo: cafés, tiendas de discos, tiendas de segunda mano y mucha cultura.
El milenarismo va a llegar pero, mientras no lo hace puedes darte un paseíto por aquí. Las muestras de arte contemporáneo más vanguardista e hilarante que has visto jamás. Esto incluye una máquina que se tira pedetes –sí, habéis leído bien–.
#Matisse heaven @baltimoremuseumofart #artbma Una foto publicada por Jacqueline Wein (@tokyojinja) el
Porque no todo van a ser extravagancias, este museo cuenta con un fondo de piezas clásico de todos los continentes y épocas: desde un Rembrandt o un Tiziano, hasta alguna pieza de la Dinastía Ming u obras de Giacometi, Mondrian o Juan Gris. Este fondo permanente se combina con exposiciones temporales. Actualmente hay una de Matisse muy recomendable.
Dicen que el autor de Pink Flamingos es un asiduo a este garito de cócteles y jukebox. La atmósfera oscura y su sonido lo han convertido en un atemporal de la fiesta de la metrópoli. Y por lo tanto, en algo que no puedes dejar de ver si estás de visita.