Cuenta la leyenda que Pepa A Loba surcaba las serranías galaicas haciendo justicia a los más desfavorecidos. Esta cruenta y rebelde bandolera, nacida en un pueblo de Ourense a finales del XIX y de difícil infancia, se convirtió en mito por rebelarse contra un poder caciquil y opresor: David contra Goliat. En términos vinícolas algo parecido le sucede al albariño de Álvaro Fernández, que bautizado con el nombre de esta Robin Hood gallega, se coló en la lista Parker con 90 puntos allá por 2012.
Me lo cuenta en su taberna, Fonte do Viño –enxebre que no castiza– , ubicada en una coqueta plaza de Cambados. Ronda el mediodía y decido dejarme aconsejar por él en el menú: ostras, almejas, chorizo casero y para comenzar con el bebercio, un vermut también de la casa que podría hacer temblar Reus. Justo lo que necesito para amainar el temporal que arrecia ahí fuera.
“El abuelo de la familia ya fabricaba vino casero y de esas uvas nació la idea de fundar Bodegas Lalauss”, prosigue su hija Aránzazu, jovencísima enóloga de la casa y parte integral del negocio. La oferta se completa con destilados dignos de mención, entre ellos su propia ginebra, un revisitado licor café o un licor tostado flameado con regusto a algodón de azúcar.
“Es un pena este tiempo. Esto en verano se pone animadísimo”, comentan ambos. Les digo que el tiempo es lo de menos, pero insisten. Es mi segundo día en la conocida como Capital do Albariño y ya me ha dado tiempo a visitar un Estrella Michelín, un pazo con su bodega y particular jardín y una vinoteca con sumiller aventajado.
“¿Así que fuiste a ver a mi amigo Yayo?”, me espeta Álvaro en referencia al Estrella Michelín y ganador de dos Soles de la Guía Repsol, Yayo Daporta. En este maravilloso pueblo todo el mundo se conoce y admira. “El año pasado participó en este programa de la tele…”, prosigue. Ajena al tema –no tengo televisor– descubro que fue el tercero en discordia en Top Chef –este reality en el que Chicote pone las pilas a cocineros en apuros–.
Sorprendida ante la noticia, le revelo que tuve la suerte de ser la única mesa de la noche del 6 de enero: una experiencias gastronómica sin parangón. Escogí el menú intermedio –55 euros– con maridaje de 5 vinos gallegos, correspondientes a cada una de las denominaciones de origen de la Comunidad –22 euros–. Estos últimos escogidos por su hermana Esther Daporta, encantadora sumiller con una capacidad para explicar estos matrimonios, inmejorable. Para no aburrir –el menú completo lo podéis consultar en Internet– destacaré , además de un servicio 10, el primer entrante, una crema de coliflor con berberechos, albahaca y café; el tartar de navajas; la merluza de bajura con su toquecito de chile; y un vino blanco de la denominación Monterrei con un sabor muy diferente a todo lo que había probado con anterioridad, llamado Gorvia. ¡Ahorrad y daos este capricho! El estómago os lo agradecerá.
“La próxima vez que viajes por aquí tienes que probar Culler de Pau”, me aconseja Álvaro sobre un nueva cocina muy en boga de O Grove. Le explico que justamente estará ocupando los fogones del madrileño Hotel Urso el 14 de febrero y que me lo estaba pensando.
Entonces volvemos a lo importante: Cambados. Le relato mi paseo matutino por el Pazo de Fefiñáns, edificio de inicios renacentistas, declarado recientemente Bien de Interés Cultural y sede de la bodega Gil Armada. La zona de visita conserva las habitaciones con sus muebles originales, despuntando un precioso papel pintado del siglo XVIII, un altar de campaña o un telescopio. Todo esto acompañado por un parterre salvaje e indiano, un bosque de árboles centenarios y muchas vides. La compañía de vinos por su parte, destaca por ser la primera en profesionalizar la venta de albariño, embotellándolo a partir de 1900 y por innovar en sus viñedos, los más antiguos de la zona. Por supuesto, me llevé una botella para comprobar el renombre y confirmé mi teoría de que subestimamos el turismo palaciego autóctono.
“¿Y dónde más habéis parado?», curiosea Álvaro. Le contesto que en la vinoteca Ribeira de Fefiñáns y en seguida apunta cercano: “Donde Jose. Tiene algún premio de sumiller”. Me quedo sin saber el galardón, y ¡qué más da! La selección de vinos del local era amplísima –más de 500 referencias– y las bandejas de zamburiñas que circulaban cuanto menos apetitosas. ¡Sólo lamento no haber tenido tiempo de probarlas!
Va siendo hora de partir y van desfilando los chupitos cortesía de la casa. ¡Me han convencido de volver en verano! (Y de llevarme una caja de Pepa A Loba al completo).
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