La isla de Madeira (Portugal) es conocida por los portugueses como la «Perla del Atlántico». Es la principal porción de tierra del llamado archipiélago de Madeira, que se encuentra a unos 400 km al norte de Canarias. El archipiélago está también compuesto por la isla de Porto Santo, famosa por sus playas, y por las Islas Salvajes y las Islas Desiertas, que se encuentran deshabitadas. Todas ellas son de origen volcánico por lo que tienen una orografía muy complicada y abrupta, a excepción de Porto Santo. En esta Guía de viajes a Madeira que comenzamos hoy y que se desarrollará en seis artículos solamente nos vamos a ocupar de la isla de Madeira haciendo especial hincapié en la capital, Funchal, nombre que en castellano quiere decir «hinojal» o «tierra sembrada de hinojos». Con 741 km² de superficie y una población que se acerca a los 300.000 habitantes —¡en Funchal viven más de 100.000 personas!—, Madeira es la mayor de las islas del archipiélago. Las principales localidades son Funchal, Câmara de Lobos, Santa Cruz, Machico, Calheta y Ponta do Sol.
Localización de Madeira (Google maps).
La naturaleza es el aspecto de Madeira que más impresiona. Resulta a un tiempo invasiva, apabullante y protectora, así que podríamos definirla como un abrazo. Por un lado, la orografía de la isla es realmente abrupta —uno de los cabos más altos de Europa está en Madeira: el cabo Girão, donde hay un espectacular mirador—, lo que contribuye en gran medida a la espectacularidad del destino, aunque algunos lo consideren como una pequeña traba al impedir la existencia de playas. Por otro lado, el verdor intenso que se cuela por cada rendija no urbanizada de la isla contrarresta en parte la sensación de obstáculo que puede generarnos lo áspero de la geografía. En resumen, hablamos de una naturaleza que te da la bienvenida, que te estrecha en sus brazos, pero que al mismo tiempo impresiona. De todas formas, hay que admitir que la bienvenida que nos dispensa la isla es de alto nivel: los bosques de laurisilva de Madeira, que también se encuentran en las islas Canarias, forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1999.
El clima de la isla es muy benévolo durante todo el año, con temperaturas medias que oscilan entre 17 ºC y 20 ºC. La humedad del océano se nota en seguida y no resulta agobiante, pero genera un curioso fenómeno meteorológico: la mayoría de los días amanece despejado, pero en unas horas, con la evaporación del océano, se acumulan espesas nubes entre las montañas de Madeira al estar tan cercanas al mar y se quedan estancadas todo el día, por lo que muy pocas veces se oculta el sol. Esto se comprende mejor cuando sabemos que en apenas 22 kilómetros de ancho por 57 de largo, los volcanes han creado un monte de 1.862 metros de altura, el pico Ruivo, lo que la convierte en la tercer mayor elevación de Portugal.
Durante mucho tiempo, Madeira disfrutó de mucho turismo procedente de Escandinavia y el norte de Europa, sobre todo durante los meses de invierno. Con la crisis económica, ese turismo ha descendido considerablemente para dejar paso a clientes procedentes de Rusia y otros países emergentes. Por contra, durante los últimos años la temporada de verano ha experimentado cierto auge, en contrapartida por la desaceleración del mercado de invierno. Tanto entonces como ahora, la industria turística de la isla ha tenido claro que Madeira es un destino de relax para aquellos que buscan temperaturas suaves en el invierno, con un público predominantemente adulto y con cierto poder adquisitivo. Esto no significa, sin embargo, que los precios de Funchal y Madeira en general sean demasiado elevados. De hecho, se deja notar bastante el segmento de la tercera edad, principalmente británico y alemán, que imprimen una mayor atmósfera de tranquilidad y relax al ya de por sí relajado ambiente de Madeira. Por supuesto, también existe el nicho de visitantes jóvenes que llegan a la isla para pasar unos días de diversión y marcha en el más que decente ocio nocturno de Funchal.
Hay que tener claro antes de reservar un viaje a Madeira que, aunque se trata de una isla, no tiene playas, a excepción de las de Machico y Calheta, que son artificiales. Sí que hay, sin embargo, piscinas naturales y accesos al océano a través de unas pasarelas de cemento que se internan en el agua unos 20 o 30 metros y que disponen de unas escaleras que permiten darse un chapuzón. Por tanto, Madeira no es el destino de aquellos que están buscando unas vacaciones de sol y playa —a no ser que les baste sol y piscina en el hotel—, sino de aquellos que buscan algo de aventura, paisajes deslumbrantes, una naturaleza arrolladora y, sobre todo, tranquilidad y desconexión. A quien le entren ganas de playa, debe saber que las mejores playas del archipiélago se encuentran en la vecina isla de Porto Santo, a unas dos horas en barco desde Funchal.
Madeira es una isla muy abrupta, pero dispone de una red carreteras muy moderna y desarrollada, por lo que lo más recomendable es alquilar un coche durante toda la estancia para no permanecer estáticos en Funchal. Una vez con el coche alquilado, las posibilidades de ocio se multiplican, ya que en un día podríamos ir a una de las dos playas artificiales de Madeira, citadas más arriba, o explorar las antiguas galerías de lava que hay en la isla.
En la próxima entrega de la guía de viajes a Madeira hablaremos de su capital, Funchal.
Guía de viajes a Madeira (II). ¿Cómo llegar a Funchal y dónde alojarse? →
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