Con tantos años como tiene, ha conseguido despertar toda clase de sentimientos: fue respetada, temida y admirada. Dicen que la gente del lugar la conocía como Abu el-Hol o Padre del Terror, pero la Gran Esfinge de Giza representa a un rey que posee la fuerza de un león y la inteligencia humana.
Los expertos creen que fue esculpida durante la dinastía IV, alrededor del siglo XXVI antes Cristo, y se encuentra a unos veinte kilómetros al sudoeste del centro de El Cairo, la capital de Egipto. Tiene 72 metros de largo, 20 de alto y catorce de ancho y originalmente estaba pintada con colores muy fuertes: el cuerpo y la cara eran rojos y el nemes -el tocado propio de los faraones- tenía rayas amarillas y azules.
Hoy estos colores se han perdido en el tiempo, pero la capacidad de impresionar de la Esfinge de Giza sigue intacta y la gente sigue discutiendo acerca de la esfinge, su origen y su significado.
Para construir, ésta que es la primera estatua que custodia una tumba real, los egipcios modelaron un montículo natural de piedra caliza. Durante años se creyó que representaba a Jafra (Kefrén), pero hoy se sabe, que la Gran Esfinge representa a su padre Jufu (Keops), encarnando a Ra cuando surge, pleno de fuerza y poder, por el horizonte.
Como si la esfinge no fuera suficiente razón para venir a Giza, muy cerca se encuentran las pirámides de Keops -la última maravilla del mundo antiguo que aún queda-, Kefren y Micerinos.
Si todavía no las conoces, aprovéchate porque Egipto es el destino del mes en Destinia.
Foto: Daniel Mayer/Creative Commons.