A lo largo de los casi 8.000 kilómetros por los que se extiende nuestro litoral se dibujan entrantes, salientes y pequeños anexos: islotes e ínsulas, desconocidos para el gran público. Muchos de ellos son espacios naturales protegidos, de acceso restringido, en los que queda patente la diversidad orográfica y biológica de la Península. Si en anteriores entregas os hablamos de las islas sin coches, a continuación os dejamos una pequeña selección de algunas de las islas más pequeñas de España que tienen posibilidad de ser visitadas. ¡Vamos, que es hora de escapar del mundanal ruido!
Declarado en 2010 Parque Natural Nacional Protegido, este archipiélago enmarcado en la zona del Ampurdán, a sólo un kilómetro y medio de distancia de la playa de L´ Estartit, se compone de siete islas y algunos islotes. En la costa pueden divisarse desde el macizo de Montgrí las enormes formaciones rocosas que las componen. Constituye una de las reservas marinas más importantes del Mediterráneo: ¡un lugar perfecto para amantes del buceo y la naturaleza!
Aunque las islas no están habitadas existen compañías de barcos, como Nautilus, que ofrecen diferentes rutas para conocerlas. Podrás explorar su fondo marino, ya sea a través de los cascos acristalados de los catamaranes o directamente con inmersiones.
Aprovecha la bajada de la marea y camina por la arena hasta este fantasmagórico paraje, del cual se rumorea que antaño fue hogar de enfermos de lepra. Frente a las coloridas viviendas de la localidad marinera de Lekeitio se erige Garraitz –nombre en euskera del islote– ideal para una excursión. ¡Las vistas de la bahía desde su mirador son envidiables!
Caminando por la playa desde Lekeitio.
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En los últimos años, Tabarca ha vivido una verdadera eclosión turística. En 2012, esta isla a ocho kilómetros del puerto de Santa Pola, contaba con alrededor de 39 habitantes. Ahora se posicionan a la cabeza del turismo veraniego sostenible, con una oferta de casas de pescadores reconvertidas a pequeños hoteles boutique, como Casa La Trancada, preciosas calas de aguas cristalinas y un casco histórico declarado “Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural”.
Existen rutas regulares desde Santa Pola.
La Graciosa representa el lado más virgen y salvaje de las Islas Canarias: sus kilómetros de playas solitarias son el enclave perfecto para el viajero que busca tranquilidad y huye de la masificación. La isla no llega a los mil habitantes y cuenta con dos núcleos poblacionales, la Caleta del Sebo y Casas de Pedro Barba. En ambas localidades existe una pequeña oferta de alojamiento y restaurantes en los que probar pescados locales y mariscos como las cracas.
Sólo se puede llegar en embarcación. Desde Lanzarote existen barcos regulares a ambas localidades.
Enmarcada junto a Cíes y Cortegada en el espacio protegido del Parque de las Islas Atlánticas, suele quedar relegada a un segundo plano detrás de las primera. Sin embargo, sus cinco arenales blancos y sus aguas turquesas no tienen nada que envidiarle. Y también tiene opción nudista, Melide, la que es para nosotros la playa más espectacular. Su población es muy reducida, 180 habitantes, pero en verano se multiplica gracias a la zona de camping y bungalows –siempre de forma controlada para no alterar la fauna y flora del espacio–. Y si no te quieres quedar a dormir, es perfecta para una escapada de día. Contiene oferta de restauración por si no te apetece ir con el tupper. J
Existen salidas diarias desde los puertos de Vigo, Bueu, Baiona y Portonovo.
¡Bienvenidos a las Baleares más agrestes! Este parque natural perteneciente a la isla de Mallorca es de un gran interés paisajístico y conservacionista. Y está sin habitar: el lugar idóneo para una escapada diurna en contacto con la naturaleza. Se puede visitar diariamente entre las 10:00 y las 17:00 horas.
Existen diferentes compañías privadas con diferentes rutas desde Mallorca, como Cruceros Margarita.