“Este es un museo para una segunda visita a la ciudad. Para aquellos a los que no les gustan las aglomeraciones”, nos cuenta Lurdes Vaquero a propósito del Museo Cerralbo, institución que dirige desde hace más de una década. Alejado del triángulo del arte, oculto tras las moles que presiden la madrileña Plaza de España, se encuentra este discreto palacete decimonónico. Inundado de las más variopintas obras de arte, los herederos de Enrique de Avilés y Gamboa, Marqués de Cerralbo, lo donaron al Estado en los años veinte del siglo pasado. Hoy se conserva tal y cómo el noble había concebido su residencia de Madrid.
“El Marqués tenía ese espíritu viajero –prosigue –. Le gustaba adquirir piezas exóticas en subastas”. Horror vacui por doquier: Zurbarán, Goya, El Greco, porcelanas chinas y cristales de Murano entre otros millares de objetos de la era del miriñaque y anteriores –de sus piezas favoritas nos hablará al final de la entrevista– que se distribuyen a lo largo de los salones, galerías y demás estancias –sin olvidarnos del jardín– en tres pisos.
“Nuestra labor es conseguir que el público comprenda la relación del coleccionista con las obras. Y también abrirlo a lo contemporáneo para acercarnos a un público joven”. Nos habla de la participación de la casa en ARCO y Photoespaña, de las exposiciones temporales y de Symphonos, un pequeño festival multidisciplinar ideado con Conde Duque, Museo ABC y otros agentes culturales del barrio. “A pesar de nuestro horario, en 2015 superamos los 105.000 visitantes”, ríe. El museo abre únicamente en horario matutino exceptuando los jueves. Y parece que se está consolidando como un valor seguro entre los amantes de las mal llamadas artes menores.
La Fundación Juan March o el Convento de las Descalzas, entre sus favoritos
Le interrogamos sobre Madrid y sus predilecciones culturales. Queremos saber qué aconsejaría a ese viajero que huye de las colas del Prado. “Por supuesto, el Sorolla, el Lázaro Galdiano, el del Romanticismo y el de Artes Decorativas. Son museos con gran personalidad”, asevera. Estos forman parte junto al Cerralbo, de la asociación Cinco Museos, que pretende mostrar un Madrid más singular.
“La Fundación Juan March tiene una programación exquisita”, continúa. Y remata recomendándonos el Convento de las Descalzas Reales y el de La Encarnación, cercano al Palacio Real.
Hora del aperitivo
Como buena madrileña, a Lurdes el casticismo se le nota en el paladar: “Una caña fresquita y un bocadillo de calamares en El Brillante”. ¿Por qué no? Y si hay que ponerse un poco más elegante, opta por las zonas nobles de la ciudad: el restaurante La Castela, cerca de Retiro y Quintín, en Barrio de Salamanca son siempre una buena opción.
¿Adónde viaja una directora de museo?
Nos confiesa que cuando viaja tiene una pequeña obsesión: “Visitar otras casas museos”. De París nos sugiere el Musée Jacquemart-André, un impresionante palacio privado del siglo XIX en pleno Boulevard Haussman. Sus dueños, de familia banquera, convirtieron su hogar en un espacio donde también exhibir su excelsa colección artística: sus propios apartamentos, un museo italiano, otro de escultura o un jardín de invierno son algunos de los espacios visitables. Bernini, Boticelli, Rembrand o Van Dyck son algunos de los nombres propios que vagan en el espacio.
Después, nos lleva a las antípodas estéticas: “En Praga me sorprendió mucho la Villa Müller, diseñada por Adolf Loos. Era la casa de un arquitecto racionalista construida en los años 20”. Entroncada con el estilo Bauhaus, la funcionalidad de los espacios recreados resulta totalmente contemporánea al visitante -sí, podéis pensar en un pre Ikea.
Sus preferidos del Cerralbo
“No son las piezas más representativas, son más discretas, pero por otro lado son las que a mí más me gustan”, aclara.
El cuadro de flores
“Hay un cuadro de flores que es un anónimo y del siglo XVIII, probablemente escuela valenciana. Es un estudio preparatorio un boceto, pero el marqués lo tiene enmarcado y puesto en el comedor de gala. Es muy muy curioso”.
Los sillones de comodidad
“Luego me gustan mucho los sillones de comodidad. Son muy representativos del siglo XIX, que es cuando empiezan a crearse los muebles cómodos, así henchidos y tapizados. Hay un diván en la sala de baños que está tapizado con una seda china bordada que es semejante a los mantones de manila, pero usado como tapicería de sillón”.
Los jarrones chinos
“La pareja de jarrones chinos del Salón Chaflán me parecen dos piezas excepcionales. Son del siglo XVIII, monócromos -entre un tono turquesa y esmeralda- muy típicos de la porcelana china de la época”.
El papel pintado
“El papel pintado del Salón Amarillo es del siglo XIX, contemporáneo a la casa y muy representativo también de la decoración. Esos primeros papeles pintados imitando sedas me gustan especialmente”.
La armadura japonesa
“Una de las armaduras japonesas de la Sala Árabe. Hay tres. Las tres son excepcionales. Son piezas adquiridas por el Marqués en una subasta en el Hotel Drouot en París”.