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¡Nos adelantamos a las rebajas! (O te damos una idea de última hora para los regalos de Reyes). Esta vez te proponemos coger un avión para una parada cercana y muy asequible. A menos de dos horas se encuentra Marrakech, la enigmática ciudad de los muros rojos que te permitirá decubrir una cultura diferente, vivir una fascinante experiencia sensorial y, sobre todo, huir del despiadado frío invernal.

Riads, el Marrakech más auténtico

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La mejor manera de sentirse en casa en Marrakech es hospedarse en un Riad: antiguos palacetes árabes con patio interior y azoteas donde desayunar y vivir el bonito atardecer de la ciudad. Una manera de transportarnos a Las Mil y una Noches desde nuestra llegada con el té de bienvenida y de sentirnos cómodos con un trato cercano, ya que casi todos los Riads están gestionados por familias. Aquí se descubre la verdadera hospitalidad árabe y, sobre todo, la calma -el precio medio de una habitación en un Riad es de 50 euros-.

Regatear en el Zoco

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El laberíntico Marrakech se descubre cuando andas entre las infinitas tiendas y puestos del Zoco de la ciudad. Aquí, regatear es un arte y la agilidad mental, una necesidad para llevarte tus compras por un precio razonable. Dividir entre tres el precio que te digan es el comienzo del regateo para conseguir esas babuchas para tu padre, el pañuelo para tu madre, la tetera, el tallin para el cuscús y las especias para tu hermano cocinitas… ¡Y todo lo que se te pase por la cabeza, porque aquí no hay casi nada que no pueda encontrarse!

Empiezan en la plaza de Jamaa el Fna por la calle Semarine y están organizados por gremios: los cesteros, los tejedores de alfombras, los ferreteros… La mejor forma de descubrirlo es perderse sin reloj, tomarse el tiempo para negociar y si te convencen, comprar. Si no, seguro que en menos de un segundo estás en otra tienda empezando de nuevo tu estrategia.

¿Algunos consejos extra? Si ves un carro en alguna esquina, ¡corre! Los precios de los objetos no suben de 10 dirhams que al cambio no llega ni a un euro. Y, para hacerte con las mejores  gangas y souvenirs turísticos visita la Rue Riad Zitoun Lakdim y la Place Des Ferblantiers, justo antes de llegar al Palacio Badi.

Tarde de tés y jardines

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Nos alejamos del centro de la ciudad y de su bulliciosa plaza de Jamaa el-Fna para dar un tranquilo y acogedor paseo por los preciosos Jardines de Majorelle en la Ville Nouvelle. Propiedad de la firma de Alta Costura Yves Saint Laurent, está lleno de especies arbóreas y cactus extraños que representan los cinco continentes –un respiro tras nuestras horas en el Zoco–. En palabras del propio diseñador: “Un oasis donde los colores utilizados por Matisse se mezclan con los de la naturaleza”. El Café Bousafsaf, que preside este vergel, es un enclave privilegiado para tomarse un té rodeado de la naturaleza más exuberante.

Y por si no quieres alejarte del alboroto de la ciudad o aún sigues de compra por el Zoco, en el corazón de La Medina y concretamente en la Plaza Des Épices nos encontramos con el Café des Épices, un lugar para ver y ser visto, mientras pruebas su té con menta.

El atardecer también es un buen momento para descansar en una terraza o azotea, té en mano. Una hora perfecta para escuchar los cantos de las tres mezquitas de la ciudad y contemplar los bonitos colores del cielo. Te sugerimos que te acerques hasta al Kasbah Café, en el barrio judío. Ubicado frente la Mezquita Moulay el Yazid y las Tumbas Saadíes donde están enterrados el sultán Ahmad al-Mansur (el creador) y su familia, si llegas antes de las 18h puedes visitar el mausoleo y sus famosas doce columnas.

El Marrakech nocturno

Plaza Jamaa el Fna de noche es un hervidero

A cualquier hora del día, Jamaa el Fna es la auténtica e indiscutible alma de la villa, una plaza mágica donde todo es posible y cuya frenética actividad no se detiene. Y es que por la noche se transforma en un gigantesco restaurante al aire libre, con cientos de puestos donde probar la comida local y sus zumos naturales, hacerte un tatuaje de henna en la mano y ver a los músicos, cuentistas y bailarines llamados halaiqui o al encantador de serpientes.

La gran plaza está llena de terrazas, como el Café de France o Las terrasses de l’Alambra, donde probar la gastronomía marroquí. Pero si quieres una noche más personal puedes ir al restaurante NOMAD, muy cerca, en la Plaza Des Épices. En su velador con increíbles vistas, suenan románticas canciones francesas como las del gran Charles Aznavour. El lugar idóneo para descubrir que te has enamorado de Marrakech y que esta escapada está siendo de ensueño. ¡Viva superar los 20 grados en invierno!

 

 

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Acerca del autor

Gaditana, pero gallega de adopción, y residente en Madrid. Especialista en el mundo premium, “la buena vida” es mi lema. ¡Puedes comprobarlo en Quebieenmesabe!

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