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Hasta que un 6 de septiembre de 1522 el español Juan Sebastián Elcano no entrase en el puerto de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, la redondez de la Tierra no había sido más que una mera hipótesis de sesudos científicos renacentistas, y una olvidada conjetura de los antiguos griegos. Antes de que se completara la primera vuelta al mundo, navegantes y autoridades pensaban que el Planeta era plano, que en algún punto de la navegación las aguas se precipitaban hacia la nada. De ello advertían a los navegantes los espantosos retos y acontecimientos que habían de afrontar para alcanzar el final del mundo: mares hirviendo, temperaturas insoportables, y feroces monstruos cuyo principal afán era el de fastidiar el viaje a los intrépidos y darse, de paso, un pequeño homenaje. Si bien el viaje de circunnavegación de Magallanes y Elcano supuso una importante conquista de la ciencia y el conocimiento, también conllevó una gran derrota para los sueños y la imaginación, que perdieron para siempre uno de sus más fértiles dominios.

Los viajeros, por desgracia, encontraron los límites definitivos a sus anhelos de exploración, pero por suerte, el imaginario de las culturas sobre los lugares donde acababa el mundo quedó de algún modo impreso tanto en los viejos pliegos como en el subconsciente colectivo y, así, llegaron hasta nosotros. Por suerte, en la Tierra aún quedan sitios que dan la impresión de ser el final del mundo, el lugar a partir del cual ya no hay nada. Muchos pensarán en los gélidos y volcánicos parajes de Islandia, pero nosotros estamos pensando en otro lugar menos conocido y visitado, y mucho más peligroso, como corresponde a los lugares donde acaba el mundo: la península de Kamchakta y sus impresionantes volcanes activos, en Rusia.

Kliuchevskoi, ubicación Volcanes de Kamchatka

Volcanes de Kamchatka (Google maps). Clic para ir al mapa.

Kamchatka, volcanes

Foto: Victor ‘Rdfr’ Morozov, Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0).

La península de Kamchatka se encuentra en el extremo oriental de Rusia y es una zonas del planeta con mayor cantidad de volcanes activos. De los 160 que existen 29 todavía están activos. Los exploradores rusos que recorrieron la región en el siglo XVII la describieron como una «tierra de fuego, rica en pescado y pieles». Muchos de los volcanes están cubiertos por nieves perpetuas y la temperatura media de la región no supera en verano los 15 ºC, por lo que el contraste entre la lava ardiente y el frío entorno casi otorga a los paisajes un halo desolador e infernal. Ese contraste es el que confiere a Kamchatka y sus volcanes su aureola de fin del mundo, de lugar tras el cual no hay nada más. No obstante, la belleza paisajística, única en el mundo, le ha valido a la región de los volcanes la inclusión en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco con la sencilla de denominación de «Volcanes de Kamchatka».

Volcán Ilyinsky, Kamchatka

Foto-Игорь-Шпиленок, http://shpilenok.livejournal.com/127896.html (CC BY-SA 3.0).

Volcán Kikhpinych, Kamchatka

Foto: Игорь Шпиленок, http://shpilenok.livejournal.com/90267.html (CC BY-SA 3.0).

En esta región se pueden descubrir algunos de los hitos geológicos del mundo. En Kamchatka se encuentra el Klyuchevskaya Sopka , el volcán más alto del hemisferio norte (4.700 metros), el volcán Kronotsky, que tiene un cono perfecto, o el volcán de Koryaksky, que se puede contemplar desde la mayor ciudad de la península: Petropavlovsk-Kamchatsky. En cualquier caso, hay que tener mucha precaución si se visitan los volcanes de Kamchatka. No solo por los vapores tóxicos, el riesgo continuo de erupciones y el elevado riesgo sísmico, sino también por la fauna que habita la región. Es común encontrarse con enormes osos pardos que no tienen ningún tipo de escrúpulo en devorar cuanto encuentren –y correr no sirve de nada–. Así es Kamchatka, un viaje hasta el final del mundo.

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