Imaginémonos al español medio en el equivalente a una taberna en Camboya. Le ofrecen la especialidad de la casa. Un verdadero manjar: tarántula frita con hierbas y ajo. Da un bote en el asiento y corre despavorido.
Ahora, pensemos en un sueco llegando a Cambados. Busca en Internet y le queda claro que además de beber bien de albariño –este año, la ciudad ha sido nombrada Ciudad Europea del Vino– tiene que tomarse una buena mariscada. Le sirven una bandeja plagada de bichejos. Y, aunque algunos se asemejan a cosas que ya había visto antes, hay algo que no logra asimilar. Es rojo, peludo y tiene una cabeza gigante, una especie de tarántula marina. “¿No le gusta la centolla de la Ría, señor?”.
Repeler o adorar un alimento no es más que una cuestión cultural –aunque la que escribe sea gallega y se pregunte todos los eneros si ya tiene la mayoría de edad para probar la lamprea–. No en vano, en uno de los capítulos de la serie documental Chef´s Table se hablaba de que las innovaciones culinarias más increíbles provenían de la escasez de recursos. Así que, no tengamos miedo al viajar y, ¡probémoslo todo!
Y, cuando los extranjeros vienen a España, ¿qué es lo que más les choca en términos gastronómicos? ¡Aquí algunas respuestas de lo más dispares!
¡Zarajos! Lo comí por educación las tripas me daban vueltas con ese olor intenso y esa textura. Cuando me enteré lo que era… ¡No vuelvo a probarlo!
Lo más raro que he comido son los espárragos verdes a la plancha. Nunca los había probado y para mí fue como comer maleza, o mejor dicho, pasto. No me gustó y hasta el día de hoy no los volví a comer.
Lo más extraño que he comido es revuelto de morcilla con pasas y piñones. No lo había comido antes y para mi es una mezcla super extraña. La verdad es que no me gustó mucho, pero hay que probar de todo 🙂
Aunque aquí os parezca de lo más común, la tinta de los calamares si nunca lo has visto es una cosa… ¡No es normal comer una salsa negra! Aunque una vez superado el primer reparo, me encantaron.
¡Pulpo! Imagino esos brazos, y solo piensa que eso no puede tener buen sabor… esa textura mucosa… bufff.
Me considero un “buen comedor”, he vivido en varios sitios y tengo la mente abierta en lo que a lo culinario se refiere. Cuando una amiga me invitó un domingo a su casa a comer percebes, lo que me encontré no era exactamente en lo que estaba pensando. Me habían contado que en Galicia había mariscos riquísimos, así que imaginé algo tipo gambas o nécoras. Y de repente, me encontré una especie de tubos negros. Parecían piernas de tortugas o la cola de algún animal centenario, pero en realidad te estás comiendo el pene del animal. Eso no ayudó demasiado. Pero con un buen vaso de albariño me decidí a probarlo. Empecé con uno, y otro y otro. ¡Son muy viciosos! Y, aunque no son mi marisco favorito, pasé una tarde muy divertida en La Latina.
¿Lo más raro? Claramente los percebes, por su aspecto. Y, después la cecina, no me gustó nada la primera vez que la probé ¡La carne se cocina! Aunque he de decir que ahora, me encanta.
Lo más raro que vi fue a un novio que tuve pedirse orejas. ¡Con sus pelos y todo! Fue muy perturbador. Y, no. No me gustaron.
Estuve en Sevilla hace poco. El camarero nos dijo muy bajito “fuera de carta tengo pajaritos”. ¿Pajaritos? Ahí me enteré de que los gorriones se comen. Y de que su caza está prohibida. Me dio mal rollo.